Que el hacer de la escritura/lectura se configure como un organismo viviente (y muriente) es un decir que, a primera impresión, quizás sólo sería aceptado recorriendo el terreno de lo metafórico. Sin embargo, podría suceder también que, después de ciertos rodeos, sus sentidos rebasaran los límites operativos de la metáfora.
Sistemas, articulaciones, circulaciones, relaciones entre lo macro y micro, ciclos productivos y reproductivos, regeneraciones, interrelaciones e interdefiniciones, letras, órganos y más que palabras. Paradas en una serie que dice sólo en tantísimos entrelazados de tanto, y en el único contexto invariable que es ese del tiempo.
Pienso en lo que sucede cuando se superponen algunos lineamientos provenientes de variados campos como los de la genética, la
lingüística, la semiótica, la cosmología, la física cuántica, tratando de encontrar la última unidad de vida, de sentido.
ADN, quantum, nanopartículas, protones, electrones, sememas, fonemas, uno y más signos. Microinformaciones estallando hacia lo macro en múltples Big Bang
De otras "organicidades" y otros modos de ser y hacer relaciones entre tantos cuerpos, hablaba también Franz Kafka en carta a Max Brod, allá por 1910: "Mi cuerpo entero me advierte ante cada palabra, cada palabra, antes de que permita que yo la escriba, mira primero en torno suyo. Las frases se me parten prácticamente, veo su interior y entonces tengo que acabar enseguida." Siguiendo ciertos atajos, cuando la escritura se forma e informa ideogramáticamente, pareciera ser que muchas de estas cuestiones de letras orgánicas se hacen aún más perceptibles, más sensoriales.
En apuntes sinologicos algunos trazos recorren las interconexiones enredadas en la caligrafía de los tantos ideogramas chinos: "(...) el arte, el mito, la filosofía y la mística son modos de conocimiento en los que se revela el Espíritu (Shen). Todos ellos son modos de lenguaje que se reflejan en el lenguaje hablado y el escrito, y es en el terreno de la escritura que la civilización china realiza un arte donde lo relativo y lo trascendente conviven en una Unidad, se trata de la Caligrafía.
La escritura china difiere de las occidentales en el sentido que un ideograma al ser escrito puede tomar una gama extensa de significados. Cada ideograma se basa en algunos de los 224 radicales, y cada uno de éstos tiene una significación básica, pero también poseen cierta "extensibilidad". Así, un ideograma puede ser verbo, adverbio, adjetivo o poseer una cierta variedad funcional, y es esa misma plasticidad la que lo convierte en símbolo. Un símbolo se presenta como centro de un conjunto, donde existen una variable de aspectos que parecieran ser rígidamente delineados. Cuando la caligrafía, de su esfera intelectual (gramatical) pasa a la esfera estética, allí el lenguaje comienza su retorno al interior para convertirse en el ser indiviso que Lao llama no-ser (Wu). El significado conceptual que es el contenido "superficial" de un ideograma tiene una función similar al de la "personalidad humana". Cuando ese significado, que señala lo superficial o formal de la vida se diluye, emerge un sentido oculto que es lo "extensible", es la base o espíritu del que nace el lenguaje. Así, en el sentido intencional del ideograma reposa lo intelectual y lo utilitario. En lo espontáneo se halla l aunidad secreta, de la que no sólo brota la vida, sino también todas las variedades de los idiomas humanos. El primer sentido (intencional) sirve para todos los fines utilitarios y pequeños. Pero en un segudno sentido, lo pequeño y lo útilo se integran espontáneamente con su origen verdadero o misterioso (hsuan-ming), y la caligrafía se transforma en una visión directa donde el arte, la filosofía, el mito y la mística conforman la sabiduría intuitiva de la vida." Desviándonos un poco, aunque por rutas muy cercanas, podríamos ir por más "letras vivas" en Mushishi. Se trata de una producción manga/anime, luego transpuesta al lenguaje cinematográfico. Allí, los mushis son seres que no encajan específicamente en ningún tipo de especie orgánica reconocida. Éstos se presentan en diversas formas y representan algo así como organismos de vida en su nivel de evolución más básico. Mushishi es el nombre que se le otorga a quien se dedica a ir tras los rastros de los mushis y sus extrañas apariciones, ya que generalmente no son perceptibles a nuestros sentidos. En ocasiones, cuando sí lo son, se relacionan con los seres humanos de diversos modos, y con frecuencia, en contextos de acontecimientos sobrenaturales o raras enfermedades. Al hilo conductor lo desenrrolla un mushishi llamado Ginko, quien en sucesivos episodios sigue la pista de estos singulares casos de encuentros entre diferentes universos orgánicos. En el primer capítulo, de la primera temporada, Ginko siguiendo pistas de mushis llega al encuentro de Yoroi Shinra-Kun. Un niño que algo de ellos conoce (aunque no conscientemente). Los dibuja en una mezcla de diseños orgánicos e ideogramáticos que adquieren vida y saltan de la bidimensionalidad del papel a la tridimensión del espacio real.



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