Domingo Llueve, miro por la ventana, salgo, un buen día para viajar, a un lugar donde no llueva, por eso llevo mi cámara de fotos. Llego, saco el ticket, me siento, y en unos minutos comienza el viaje. Voy por los lugares y no lugares a donde me lleva la mirada dirigida por las cámaras que filmaron My Blueberry Nights, sabía que iba a viajar con las imágenes que se sucedieran en la cinta; y sí, tienen la marca grabada de Wong Kar Wai.
Como en sus últimos dos filmes, “In the mood of love” (2000) y aquel que en algún sentido es su continuación “2046” (2004)
las historias gravitan alrededor de un eje atravesado por los viajes y recorridos que deben emprender quienes están dispuestos a enfrentar los desafíos y obstáculos que se entrecruzan en el camino de los que intentan acercarse y encontrarse en una relación de pareja. Con My Blueberry Nights, Wong Kar Wai traslada por primera vez una de estas historias a Nueva York. Hasta ahora sus filmes habían sido filmados en China, Hong Kong, su lugar de origen, excepto Happy Together (1997) que fue rodada en Bs As.En esta ocasión los actores intérpretes tampoco son de origen chino como en filmes anteriores, sino que quienes les dan vida a los personajes son reconocidas figuras de Hollywood. Los roles protagónicos muestran a la cantante Norah Jones (Elizabeth) en su primera incursión en la pantalla grande, y al ya consagrado Jude Law (Jeremy). Luego, en interpretaciones secundarias pero no menos importantes en cuánto destreza actoral, van apareciendo con el transcurrir del film Rachel Weisz, David Straithairn y Natalie Portman. El recorrido fílmico es a veces extrañamente vertiginoso, velocidad que se sube al tren de un haz de luz; otras, un circular casi inmóvil , suspendido en un primer plano que sólo respira, lento como gota que no termina de caer. Los ritmos fluyen biológicamente, ascenso y descenso por las venas y arterias que circulan el film. No es fácil sustraerse de la sucesión de fotogramas, tejen cinematografía, lo literario corre paralelo, hasta llegar a ser anécdota de una visualidad que nunca se eclipsa. Elizabeth, conoce a Jeremy en un momento desafortunado, es casualmente él quien la hace descubrir que su pareja ahora está con otra persona. Sobreviene entonces la ruptura, Jeremy y Elizabeth siguen conociéndose, pero entonces ésta decide hacer el camino más largo para cruzar a la vereda de en frente, viaja por sitios alejados de la City Newyorkina, en busca de otra Elizabeth. Su viaje no impide que siga en contacto con Jeremy, y más que alejarlos, de algún modo termina acercándolos. Éste film, como todos los que dirigió Wong Kar Wai, no se queda en un retrato costumbrista de los contextos espaciales y temporales donde transcurren las historias que nos cuenta, los sitios y las horas son las de los lugares y relojes internos de los personajes. Los ambientes son más psicológicos que físicos, y eso se refleja bien a través de una muy buena traducción de lo literal del guión, al lenguaje audio-visual y a los códigos específicos del cine. Ni éste, ni los anteriores filmes de Wong Kar Wai son para espectadores que busquen historias de las que se erigen en argumento sólido y restringido a como "se supone que el cine debe contar”, una forma justificada por un sustentoso contenido, o uno de tantos melodramáticos relatos de desencuentros amorosos; argumentaciones y reclamos de varias de las críticas (aprobatorias y reprobatorias) que leí. Y entonces más fueron mis deseos de ver esta película, porque me decían que era de esas que yo busco ver, esas que no cuentan como otras, que demuestran que no se trata tanto de qué contar, sino del cómo hacerlo. Y nada mejor que a partir de ese borde intraducible de visualidad, que secuenciada, se proyecta desde el “proyector” y desde mi butaca de espectador , en la pantalla que tengo en frente.

De lo que fue el viaje me quedé con algunos fotogramas de la serie, capturados en mi cámara. Del final de la historia no les puedo “contar” más que esto, me perdí los últimos subtítulos por encuadrar las últimas tomas en la oscuridad de la sala.

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