Metaensayísticamente

Leyendo lo que llamaría un metaensayo de Theodor Adorno titulado “El ensayo como forma” me detuve en algunos párrafos que dicen algo como: “La separación de ciencia y arte es irreversible (...) Cierto que el arte ha estado desde siempre tan entrelazado con la dominante tendencia de la Ilustración que ya en la Antigüedad benefició en su técnica hallazgos científicos. Per la cantidad se transmuta en calidad. Si la técnica se absolutiza en la obra de arte, si la construcción se hace total y extermina su motivación contrapuesta -la expresión-, si el arte pretende ser directamente ciencia, ciencia según su recta medida, sanciona la entrega preartística a la materia, tan significativa como pueda serlo el Ser de los seminarios de filosofía; y así se hermana el arte con la cosificación, la protesta contra la cual, por opaca y hasta cósicamente que se produzca, ha sido siempre hasta el día de hoy la función de lo que no tiene función, la función del arte.”

Estas palabras se muestran en la superficie de un texto/contexto, que ensayísticamente “defiende” al ensayo como género que ofrece una forma que construye discursos de saberes que no buscan naturalizarse, de un modo académico/cientificista.

Discurriendo entre estas cuestiones, llega a ese momento en que inevitablemente, hablando de ensayo, “surja el arte”. Seguí leyendo, mientras hacía una conexión con unas frases sueltas que recordaba haber leído en “El arte en cuestión”, conversaciones entre Luis Felipe Noé y Horacio Zabala. En fragmentos del diálogo Noé transitaba por los caminos que asocian arte y lenguaje, y decía: “Existe una dictadura conceptual de las palabras que lleva a una conclusión absurda de creerlas el único canal de la comunicación, o de creer que los signos visuales pueden constituir un lenguaje sólo cuando siguen su modelo de comunicación centrado en la fórmula “emisor-código de transmisión-receptor". Como ya dije, esta es la dimensión meramente banal comunicativa del lenguaje, que ignora la otra, la esencial y la creadora de lenguas, la inventora de códigos, que es la traslativa - porque allí se traslada el espíritu humano - y que es propia de los lenguajes artísticos” Vuelvo una página atrás, a una frase que había subrayado con lápiz alguna vez, una cita de Noé a Martín Heidegger, en su texto Construir-Habitar-Pensar, “sólo si somos capaces de habitar podemos construir”. Cuando llegué allí pensé en cuanto más sentido tiene esa frase ahora, para las producciones artísticas (y las no artísticas también) para los modos comunicacionales que ponemos en práctica los que hoy habitamos y co-habitamos lugares, espacios anfibios ,virtuales y analógicos (tomo prestada la caracterización de Rafael Cippolini). Y pienso en que primero, como usuarios o ¿espectadores? habitamos la Web 1.0, en estos momentos, de algún modo construimos la Web 2.0 (que aunque burbuja tiene su impacto decisivo en las prácticas sociales/comunicacionales en real life) Y entonces me pregunto ¿se vendrá con el desarrollo de la Web 3.0, la semántica, después de la habitación y construcción de la red virtual, el espacio para pensar sitios “inteligentes” que piensen, se piensen, y sean definitivamente integrados al campo del real thought?

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